Es dura una época en la que las particularidades más absurdas que lamentablemente forman parte de nuestra identidad como mexicanos, se tornan exuberantes, grotescas, sangrientas. La transa, la corrupción, la impunidad, la violencia, tan celebradas y que tan orgullosos pudieran habernos tenido en algún tiempo, ahora han alcanzado las fibras profundas de nuestro miedo, y no es para menos. El Poder, esa fuerza que impulsa a los corazones humanos a emprender sus acciones más abominables, ejecuta ahora en nuestro país una danza macabra en la que todos corremos peligro. Se puede saber quién, cómo, dónde, cuánto; a qué célula, cártel, empresa, o dependencia del gobierno pertenece; se sabe también cómo la esquivan, cómo la libran, cómo, pese a todo, sigue la mata dando; se pueden saber todas las causas del mal, pero lamentablemente la infección ya es muy fuerte, y al parecer somos uno de esos enfermos que se niegan a cualquier tipo de tratamiento, simplemente sintiéndose muy machos.
Así, el Teatro, esa otra fuerza motora del corazón humano, viene a ser una ventana a un aire con posibilidades nuevas, un remedio para la ceguera que nos agobia. Y más cuando el artista emprende su obra impulsado primordialmente por esa impostergable necesidad de entender. No habrá límites para la imaginación de este artista, ni frustración ante la falta de apoyos y promociones oficiales -desinteresadas en la mayoría de los casos de indagar mucho en eso de nuestra identidad- aprovechará cualquier pequeño resquicio por el cual su voz pueda ser escuchada, y desde esa trinchera intentará transformarlo todo.
Hoy, en este pequeño resquicio, un clown, esa especie de anti-héroe solitario, triste a la vez que glorioso, se da a la tarea de enfrentarse, con el arma del humor, a las mitologías más oscuras de nuestro país, escarbando en sus personajes y sus obsesiones, sus caprichos, sus inacabables traiciones, descubriendo algunos de los hilos que se enmarañan en esta torcida Patria nuestra, tratando de encontrar a través de sus nudos el rumbo por el que ha de continuar su camino. Ojalá que la risa nos sacuda del letargo y que nos sirva este espejo para reflejarnos hacia atrás y ver un más claro mañana.

Miguel Ángel Canto

jueves, 25 de junio de 2009

Patria que nace torcida…detrás de las risas

Patria que nace torcida…detrás de las risas

Jorge Luis Tercero Alvizo

¿Cabe una buena parte de la historia de México dentro de un baúl? Bueno en nuestros días posmodernos y desde tiempos ancestrales a la gente le ha dado por guardar lo que sea en cajas; incluso los recuerdos. Y por lo que se dice, al parecer el pasado de una nación es una larga y retorcida cadena de glorias y frustraciones ajenas que la gente prefiere no tomar en cuenta en su vida cotidiana; lo cual bien podría caber en una gran caja negra del país, como si la nación funcionara como un avión o algo parecido.

Y por desgracia esta cadena de la que hablo, por su claro vínculo con nuestro presente, es algo que no podemos darnos el lujo de quitarnos de encima, ignorar o dejar de lado; pero a pesar de ello, de su innegable huella en nuestras vidas, a veces simplemente decidimos olvidarla, ¿debemos, entonces, esconder su gran extensión en un gran baúl del olvido? Creo que sí es posible guardar todo eso en un cofre, porque eso es fácil, lo difícil siempre con estas cosas es el intentar volver a sacarlas a la luz.

Así, llega un día en la vida de toda persona en que, de manera religiosa, debe volver a buscar la cadena de su pasado y tirar de ella… Existen muchas formas de hacer esto pero ninguna tan efectiva como la del conjuro de la risa. Y quién mejor que un clown para ayudarnos a lograr algunas invocaciones y sacudir con un poco de locura este pasado histórico, en parte mitológico, que en ocasiones está demasiado polvoriento de zalamería. Entonces, como por acto de magia, se apagan las luces de la sala y solamente el escenario aparece frente a nuestros ojos: en la semipenumbra percibimos que un baúl reposa sobre él y, como si hubiésemos accedido en alguna atmósfera al estilo de David Lynch, sólo falta que tras el chasquido de unos dedos invisibles, el maestro de ceremonias aparezca para abrir con sus enguantadas manos el gran baúl, la caja donde reposa el subconsciente de nuestra nación…al cual les ha dado por llamar Patria que nace torcida.

Patria que nace torcida es una audaz puesta en escena hecha posible gracias a Paulo Sergio Galindo, Jorge Rodríguez y Darwin Enahudy. En esta obra impregnada con un desacralizador tono satírico, se abordan ciertos momentos representativos del conflictivo pasado mexicano. En la puesta en escena ejecutada por un único actor (Paulo Sergio Galindo) el eje guía es la figura de Antonio López de Santa Anna (su Alteza Serenísima), que al estilo de los presentadores de circo o, más recientemente de los de talk shows, se pavonea exhibiendo las trágicas subhistorias de algunas de las importantes figuras de nuestra historia nacional.
Todo sucede como en una travesura de niños, en la que las mayores atrocidades de la historia aparecen hechizadas ante nuestros ojos, llenas de humor y trastocadas por la forma del juego. Prevalece en el espíritu de esta obra la forma carnavalesca de baile y broma, necesaria para revelar de manera contundente el lado más grotesco de nuestro pasado; una faceta de nosotros que a veces por medio del estudio de la disciplina histórica no logra revelarse con total éxito. Por ello es necesario también, que por medio de métodos como el de la literatura y el teatro nos acerquemos con una actitud más incisiva hacia la rememoración de algunos capítulos polémicos de nuestro pasado nacional. Así, la repetición cristalizada a través del recuerdo (el volver a la escena del crimen histórico) es siempre muy necesaria, pero ésta cobra matices muy reveladores cuando es expuesta a nuestros ojos por medio de las humildes artes del payaso. Los mecanismos subversivos articulados por el clown se transforman en la palabra mágica que ahuyenta a los demonios que todos los días nos acosan desde el canal de noticias. En eso consiste un poco este ritual, en echar a andar secretamente, a través de la broma, esos procesos ocultos que pueden llevar al público un mensaje implacable sobre la realidad; su realidad histórica que será parodiada ante sus ojos. Nunca debemos menospreciar el poder de la risa, pues como bien señalan Jordi Balló y Xavier Peréz: “Ante estas alteraciones extremas que socavan la unidad del yo, el juego de máscaras puede parecer un recurso menor desde el punto de vista de la identidad dinamitada. Pero el carnaval ha sido esencial en la persistencia de una cultura popular alternativa y crítica desde los tiempos medievales y, en realidad, también es una ficción seriada, fuertemente ritualizada en el calendario como tiempo de la inversión. […] El humor sarcástico impone, más que cualquier otra forma de ficción, el activismo manifiesto del receptor. / El carnaval supone un desplazamiento respecto del mundo cotidiano, una deriva hacia un territorio de la simulación en el que existe una intensa relación entre lo real y su representación invertida.” (Balló y Peréz, Yo ya he estado aquí, 2005)

A través de la pantomima el clown se apodera de las formas y los discursos que han sido claves en nuestra historia, para así darle mayor fuerza a su ritual. El detonador de todo esto es en parte el elemento de la trasgresión pero sobre todo la idea, ese mensaje poderoso y tan agrio que es mejor que sea dicho entre bromas, puesto que como se dice popularmente, “entre broma y broma…” Por ello prevalece hasta nuestros días la necesidad cultural de que la figura del payaso se apropié, aunque sólo sea por una noche, de las máscaras de los caudillos, presidentes o conspiradores de la historia (toda nuestra galería de reyes muertos) para decir así lo que sabemos que está allí pero que de otra manera sería indecible: lo que las enciclopedias o las monografías ilustradas, que vende la señora de la papelería, jamás dirían. Así, en un montón de saltos, asaltos y viajes elípticos a través del serpenteante tiempo histórico, el clown, protagonista en Patria que nace torcida, aleatoriamente hablará con la voz de Santa Anna para al momento siguiente pasar a ser un mexica de Tenochtitlán, después tal vez se convierta en Cortés, en Hidalgo o inclusive en Madero y Obregón simultáneamente. Todo será posible en el territorio de la inversión.

Alguna vez leí un cuento de Chesterton en el que un famoso ladrón se disfrazaba de un Arlequín y llevaba a cabo un espectáculo para efectuar el robo magistral de unos diamantes. Hacia el final del relato, la ficción desborda el escenario y todos los personajes –actores y espectadores– terminan convirtiéndose en partícipes de la pantomima, inclusive el modesto detective. Cuando lo leí imaginé que sería raro caer como personaje (así, sin siquiera esperarlo, de esas cosas que le suceden casi a nadie) dentro de una representación como aquella; ser por un instante la víctima de un clown. No había entendido bien una parte importante de aquel relato, hasta que una noche estando yo sentado por casualidad sobre la tarima de un escenario, Antonio López de Santa Anna me preguntaba insistentemente “… ¿cuál brazo fue el que perdió el General Obregón?”

Así es, nuestro pasado puede caber dentro de un baúl pero lo importante es que éste tiene que ser abierto, para que de sus entrañas emerja la pistola de agua que efectuó el mayor crimen de nuestra historia.

Jorge Luis Tercero Alvizo, 2009

lunes, 22 de junio de 2009

Sigue la Patria dando...

Después de la exitosa gira por Baja California, agradecemos la invitación y a todo el público que nos acompañó en las funciones, sigue la Patria dando... Las próximas fechas confirmadas son dentro del marco del festival ECTI09:

MARTES 14 DE JULIO
20:00HRS
CIUDAD NEZAHUALCÓYOTL

MIÉRCOLES 22 DE JULIO
20:30 HRS
AGUA DULCE VERACRUZ

Estén pendientes y avisen a sus amigos.